La Gran Guerra… la gran paz

Los actos conmemorativos por el primer centenario del Armisticio de la Gran Guerra tuvieron como epicentro la capital francesa, el 11 de noviembre, fecha exacta de la firma del documento de cese de hostilidades entre los Aliados y el Imperio Alemán perdedor de la guerra: el undécimo mes, del undécimo día de 1918 y con entrada en vigor a las 11 horas con 11 minutos.

            Ha sido la coronación de largos meses en Francia, Reino Unido, Alemania, Australia, Canadá, Rusia y otros países involucrados en la conflagración europea; de recordarle a la gente a través de diversos actos públicos y artísticos acerca del dolor inconmensurable de la guerra y del imprescindible e insustituible valor de la paz.

            En especial, Francia estandarte de los valores universales de la igualdad, solidaridad y fraternidad, lució actos aterciopelados cargados de sentimentalismo y dignidad.

El aniversario del primer centenario de la Primera Guerra Mundial, al que pude asistir como corresponsal, fue un evento impecable, delicado y profundo, el simbolismo de Macron rodeado por millennials fue toda una declaración de intenciones: “Los jóvenes no deben olvidar la Historia”.

Que no olviden  nunca dijo un día antes acompañado por Merkel en Compaigne: “No hay que ceder a las pasiones tristes y a las tentaciones de la división. Hace falta que la juventud francesa y alemana sigan liderando proyectos comunes, construyendo juntos el futuro”.

            Que no se olvide jamás volvió a subrayar ayer en su oratoria de 25 minutos en el Arco del Triunfo mientras sus palabras, en un cerrado francés, retumbaban con eco sonoro (había un amplio perímetro acordonado y desierto desde las Tullerías hasta el Bois de Boulogne) en los oídos de los más de 70 asistentes.

 “La historia amenaza a veces con retomar su curso trágico y comprometer nuestra herencia de paz que creíamos definitivamente sellada con la sangre de nuestros ancestros”, refrendó.

Macron advirtió que los demonios antiguos resurgen, preparados para cumplir con su obra de caos y muerte; “nuevas ideologías manipulan religiones y promueven un oscurantismo contagioso”.

Después sentenció, buscando la mirada a un Trump que parecía oír pero no escuchar extraviado en el juego de los dedos de sus manos, que “el patriotismo es exactamente lo contrario del nacionalismo… es su traición”.

Y habló también de esa Europa que se suicidó en sus cuatro devastadores años de guerra, de la impronta de la paz como un activo preciado e insustituible “que no se olvide el sufrimiento de las vidas caídas”.

A COLACIÓN

En el tributo estuvieron presentes familiares de soldados que perecieron luchando, Macron pasó revista a una representación de cada compañía que llegó a participar; del dolor se hizo un poema de palabras bonitas, una oda de esperanza ante el testigo de las nuevas generaciones; de música de cello y de violín, de las notas del  Bolero de Ravel capturando el cielo pintado con los colores de Francia.

La palabra más bonita es la paz, el mandatario galo aseveró que hay que asumir la responsabilidad histórica ante las nuevas generaciones para garantizarles la paz.

“Juntos podemos conjurar estas amenazas que son el espectro del calentamiento climático, el hambre, la enfermedad, las desigualdades, la ignorancia”.

Prosiguió: “Juntos podemos romper con la nueva tradición de los clérigos que está en marcha, la que alimenta las contraverdades, acepta las injusticias que minan nuestros pueblos, nutre los extremos y el oscurantismo contemporáneo”.

También hizo un llamado a los líderes políticos allí reunidos a fin de reafirmar los compromisos “con nuestros pueblos” porque es “nuestra inmensa responsabilidad” y debe ser transmitida a los pequeños y a las nuevas generaciones. “Sumemos nuestras esperanzas en vez de oponer nuestros miedos”.

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