Ad honorem

No, no es un caso más de la economía mexicana, de por sí señalada siempre por sus cuotas de desigualdad, diferencias abismales en el índice de Gini y en renglones sensibles para calibrar la relación entre crecimiento  y desarrollo. El ying y yang, de balancear lo cuantitativo y cualitativo.
Se trata de la odisea de dos muchachas en España, en la capital de un país al que recientemente su presidente, Mariano Rajoy, dio por concluida la salida del túnel de la crisis.
Una larga agonía desde 2006 cuando la desaceleración empezó a marcar tendencia y era demasiado evidente la existencia de una burbuja inmobiliaria que, cuando estalló, metió a muchos en coma; unas familias han logrado sobrevivir otras han sido desahuciadas económicamente.
La sociedad española ha padecido este letargo  en todas las esferas con trabajadores que han debido aportar más fiscalmente; gente de clase media alta con actividad empresarial que perdieron su micro, pequeña o mediana empresa y con ello las propiedades concedidas como aval. Y también una aristocracia dueña de activos ociosos con cartelones de “se vende” a fin de  contar con liquidez.
Demasiado tiempo, demasiado aguante, demasiada asfixia. Pero el presidente Rajoy empieza a cantar victoria catapultado por que el FMI y Bruselas le pronosticaron a España un mejor desempeño en su PIB para 2015. Le ubican entre los que crecerán más en la locomotora europea.
Al inquilino de La Moncloa le interesa dar noticias positivas, que den aliento, certeza, esperanza que contribuyan a formar lo que los economistas llamamos expectativas y certidumbre. Ningún agente económico en la microeconomía querrá invertir o hacer negocio en un país donde prevalezcan vientos encontrados de incertidumbre.
Cualquier borrasca es también indicador para que las familias decidan no gastar en determinados bienes, servicios o actividades no imprescindibles. Es decir, restablecer la confianza lleva su tiempo.
No obstante, ahora hay focalizada   una denonada prontitud, entendible en  la medida de las próximas elecciones municipales del 24 de mayo de 2015, acaso un termómetro para el proceso de elección de nuevo presidente del gobierno o para su reelección.
La sombra de Podemos, con el camarada Pablo Iglesias, comandando los sondeos al baile de su coleta implica asimismo meterle en la cabeza a la gente -desde ahora-, qué albricias, la economía está rindiendo frutos.
A COLACIÓN
Cuestión de tecnocracia. La política de escritorio es muy peligrosa cuando se pierde la perspectiva de la calle. Debería ser un mandamiento “todo político debe patear la calle”. Codearse con el vulgo es prioritario.
Imposible olvidar cuando al entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero le preguntaron cuánto costaba un café y él respondió “ochenta céntimos”. La media es de 1 euro con 20 céntimos para arriba.
Al presidente Rajoy habría qué preguntarle si sabe cuánta gente tiene serias dificultades para terminar el mes con algo de  “calderilla” y las facturas de agua, luz, gas sin pagar. Cuánta gente tiene un trabajo y mal vive.
Me gustaría presentarle a Ana y Cristina, dos chicas bastante profesionales y competentes cuya clientela les vamos siguiendo a diestra  y siniestra conforme cambian de salón de belleza por que han sido despedidas o bien sus patrones no les cubren completamente su salario mensual. Las terminan cansando y matando de agobio.
Ana y Cristina trabajan en una cadena de franquicias neoyorquinas llamada Kenny Klose, caracterizada por el trato personalizado. Ellas laboran más de ocho horas,  han cambiado varias veces de patrones y hacerlo ahora no entra en su horizonte.
Ambas alquilan y comparten vivienda con 5 personas más para distribuirse los gastos. Su sueldo es el que se paga en el rubro de la peluqueria de 800 euros, ni siquiera llegan a mileuristas ha sido tanta la precarización laboral que todos han aceptado trabajar más, perder prestaciones, pagar más impuestos y ganar menos. Todo por  conservar el trabajo.
Lo malo de su situación es que las tienen agarradas del cogote, su patrón no les paga a tiempo; acostumbra darles su sueldo -mensual- casi dos meses después y además por la mitad. Tampoco ha cumplido con pagarles las comisiones por la venta de los productos de belleza a las clientes asiduas. Ni les ha remunerado las vacaciones, ni honra el contrato laboral con las horas señaladas.
Inclusive ha llegado a gritarles con desparpajo que si no les parece que se marchen, claro nada tonto, que ellas abandonen su puesto de trabajo obra en beneficio del propio patrón.
Y allí están ellas orbitando en el inframundo: ni son desempleadas, ni empleadas a cabalidad. E irse  les provoca una enorme carga emocional, un desasosiego. Las dos saben bien lo que hay allá afuera muchas otras chicas dispuestas a ocupar rápidamente el sitio que ellas dejen. Muy probablemente contratadas todavía en peores condiciones.   Esa es la cara dramática que el presidente Rajoy debería conocer antes de mostrar una sonrisa de lado a lado.

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