Por un amor, me desvelo y vivo apasionado, tengo un amor…

No era bonita pero sí seductoramente atractiva por lo que trabajo en el cine alemán, se enlistó en el ministerio de propaganda del régimen nazi y fue amante de quien lo encabezaba Joseph Goebbles.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Hilda ya bien adoctrinada por el partido fue enviada a Estados Unidos donde sedujo a Joseph O. Kennedy quien le ayudó a obtener una visa y luego rindió a Jean Paul Getty, que por sus influencias obtuvo la posibilidad de viajar a México en calidad de ciudadana norteamericana.  Tenía el objetivo de obtener información de los altos círculos del gobierno mexicano y procurar el abastecimiento de materias primas para su natal Alemania.

Antes de conquistar el corazón de Miguel Alemán Valdés, secretario de Gobernación, lo hizo con Ramón Beteta, secretario de Hacienda.

En 1941 Alemán ya conocía las actividades de su amante e hizo cuanto pudo para protegerla.  Le montó un departamento en el edificio Washington ubicado en la calle de Dinamarca 42, cuya renta era liquidada por el secretario quien llegaba al domicilio a las 11 de la noche y salía cerca de las 4 de la mañana.

Para regularizar su situación en Mëxico, Hilda se inscribió en el Registro de Extranjeros del Servicio de Migración y dio como referencia personal al Lic. Miguel Alemán. En el momento más crítico del conflicto mundial, cuando el gobierno en México ponía más atención en los extranjeros, la Kruger se movía por toda la República sin restricción alguna.  Tan escandalosa era la relación que los norteamericanos calificaban la conducta de Alemán como poco escrupulosa y le llamaban “el representante de los negocios de los alemanes en México”.

El idilio duró hasta 1942 cuando México se declaró en estado de guerra contra las potencias del Eje, Alemania, Italia y Japón y concentró a sus ciudadanos en el fuerte de Perote.  Si bien Hilda fue detenida no fue entregada como muchos otros a los Estados Unidos.

Para evitarle problemas logró que se casara con Ignacio de la Torre, nieto de Porfirio Diaz; así la mantuvo cerca y la podía frecuentar.

Hilda se relacionó con muchos intelectuales mexicanos, escribió un libro:  “La Malinche o el adiós a los mitos”.  Además hizo varias películas.  El romance con Alemán terminó después de la guerra, cuando él se sintió movido por una pasión mayor y más redituable, la presidencia de la República.

 

Bibliografía
“99 pasiones en la historia de Mëxico”
Alejandro Rosas
Mr Ediciones

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