Sublime

La del lunes 19 de noviembre de 2012 será una de esas tardes de privilegio, hemos visto a Morante de la Puebla en estado de gracia. Entendiendo a perfección el fondo de un toro de San Isidro al que le pusieron Chatote y que a la larga será tan nombrado como lo es Fedayín de Torrecilla  después de la faena histórica que le realizó Jesús Solórzano en el ruedo de La México en 1974.

Las embestidas descompuestas al capote de Chatote bregadas con arte por el torero de la Puebla del Río fueron el prólogo para la gran faena. En los primeros pases de muleta no había manera de presagiar el faenón que venía por delante, algunos desesperados empezaron a reclamar al torero que lucía concentrado en tratar de encontrar por dónde enderezar la faena y compensar al público capitalino que hizo una buen entrada en el coso máximo de México.

De pronto con una gran verdad y exponiendo la piel, ofreció la muleta al hocico de Chatote y entonces se empezó a gestar la obra de arte efímero, entre 30 y 40 naturales fueron de escándalo,  de ponerse de pie y corearlos por el sentimiento del toreo de aroma que trazó Morante en el ruedo capitalino.

Le caminaba al toro y echaba la muleta para prender la embestida del de San Isidro y terminarla por detrás de la cadera para que,  poco a poco Chatote siguiera obedientemente a la muleta sabia y artística del andaluz.

Los de pecho de remate eran de pitón a rabo y luego unos pases con la derecha con el mismo sabor, concepto y trazo, era lo sublime del toreo en su plenitud combinando sentimiento, imaginación, conocimiento y sencillez de torero grande que muy contadas ocasiones se reúne en un sola persona.

Pero Morante por eso es distinto en ésta época de prisa y celeridad, el es de pausas  y de saborear para hacernos saborear lo que ejecuta en el ruedo a su aire llevándonos por momentos a las épocas idas del romance del toreo.

Sus largas patillas rememoran a los toreros del siglo dieciocho en dónde jamás soñaron ver torear como hoy por el toro de aquella época muy distinto al del actual.

Definitivamente, entre todas las emociones que se pueden vivir en una plaza (miedo, admiración, fascinación, melancolía, tristeza, belleza) la esencia la relación del toro la que nos cautiva de cuando en cuando, la faena de Morante a Chatote así lo fue se fundió un gran torero con un toro que paso de complejo a colaborador por la vía de la técnica y valor del torero.

El domingo 18 vivimos una gran faena de otro andaluz Daniel Luque con un gran toro de La Estancia en la que predominó la variedad en la muleta y en el capote el premio fue de dos orejas y la salida a hombros del joven matador que en alguna ocasión propició con Morante y Cayetano Rivera Ordoñez un inolvidable tercio de quites.

Pero lo de Morante fue de locura, de sentirse orgullosos de ser aficionado al toreo de gritar a los cuatro vientos que cuando se torea así se renueva la emoción por el toreo de verdad expuesto por uno de sus actores privilegiados.

Al final cuando con una buena media culminó la faena y el juez de plaza Chucho Morales otorgó dos orejas hubo quienes protestaron y también a la hora de salir a hombros por la puerta de cuadrillas de la Monumental.

Les pido el favor a esos protestantes,  vean la repetición de la faena y acudan más al pensamiento que alguna vez me transmitió Antonio Ordoñez: Luis Ramón “el toreo no es de saber sino de sentir” ayer sentimos el toreo, vibramos de felicidad por la manera en la que toreo José Antonio Camacho, para los taurinos Morante. La salida en hombros era más que merecida.

Me encontré al finalizar el festejo con Doña Laura Hebert de Villasante ganadera de Carranco con la que coincidimos en Madrid en una encerrona de Morante en 2005 y sabemos la admiración y gran afecto que le tiene al torero y a la persona me dijo con la luz brillando en sus ojos “¡Qué faena!”

Efectivamente ¡Que faena! Dejan un gran ambiente para el domingo próximo en la que parece será una temporada inolvidable después de un fin de semana de solera taurina.

Fuente: (suertematador.com)

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