El toro barato

mes de junio.

La fórmula lleva muchos años inventada, y lo curioso es que suele ser utilizada casi siempre por la mayoría de las empresas que se encargan de elaborar las ferias de San Pedro y San Pablo, esas que han ido perdiendo fuerza a medida que se alargaban en festejos. Sus premisas, dentro de la ramplona lógica empresarial, son sencillas: se hace el esfuerzo económico para cerrar carteles con toreros de renombre que atraigan gente a la taquilla, pero se compensan los excesos de la inversión torera ahorrando en los costes del ganado.

Y no porque se compren corridas de ganaderías de segunda fila o sin fama, todo lo contrario. Sino porque los toros que se buscan en las mejores fincas son los de la cola de la camada, ese resto con menos cuajo, pitones y nota que resulta mucho más barato que los encierros más rematados de la saca. En esto, los ganaderos actuales, preocupados sobre todo en vaciar cuanto antes sus cercados, son como los grandes almacenes, donde lo mismo te ofrecen una camisa de seda por seiscientos euros que una de veinte con textura y diseño aparente. Como se trata de vender, hay que tener “productos” asequibles para todos los bolsillos.

Porque lo barato es caro, en este negocio en lo último en que se debe ahorrar es en el toro

Claro que a esas corridas baratas les pasa como a la ropa de mercadillo, cuyos colores y apresto apenas duran tres lavadoras y un par de puestas. Repasen si no el resultado ofrecido por el ganado en las ferias inmediatamente anteriores a San Fermín, en las que el público ha salido desolado por el resultado de un espectáculo que se presumía de nivel vistos los nombres que colgaban de los carteles. Porque no sólo se ha lidiado un toro de muy justo o escaso trapío sino, lo que es peor, absolutamente desrazado y falto de fuerzas, que ha hecho de cada corrida una antología de la intrascendencia.

La crisis económica, forzadas las empresas por esos concursos-trampa a los que no dejan de acudir, les ha llevado a usar hasta el abuso la vieja fórmula este mes de junio. Pero esta vez con el triste añadido de que, tras el duro invierno vivido en el campo, los ganaderos sólo se han gastado el dinero en ayudar a rematar las corridas de las plazas más importantes, por lo que estos restos de camada se han quedado en mucho menos que otras temporadas.

Lo peor del asunto es que, tal y como están las cosas, van a ser muchas las empresas  tentadas de extender esta torpe práctica comercial a otros ciclos veraniegos, con tal de salvar los muebles y poder pagar los leoninos cánones a las instituciones públicas. Pero deberían saber que, como asegura el viejo dicho castellano, lo barato es caro. Y que, sin emoción, el público, con o sin dinero, acaba yéndose de las plazas. Porque en este negocio en lo último en que se debe ahorrar es en el toro.

Fuente: (burladero.com)

 

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