“Vida y muerte en el Templo Mayor” de Eduardo Matos, un peregrinaje por los senderos de la creación de los dioses, mitos y hombres

esta problemática”, añadió en la presentación de ese volumen, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

No se trata, pues, de detenernos ante el edificio ya excavado y saber que en su parte superior estaban Tláloc y Huitzilopochtli. La idea es penetrar más allá de esas presencias, lo que nos lleva a profundizar en el tiempo y en el espacio, en el fenómeno y la esencia, para encontrar lo que realmente fue el Templo Mayor de Tenochtitlan, precisó.

Matos comentó que cuando inició los trabajos del Proyecto Templo Mayor en 1978, sabía de la importancia que tenía el poder penetrar y conocer en detalle el principal templo de los mexicas.

“Se presentaba una oportunidad casi única, de romper la gruesa capa de concreto que cubre a la ciudad de Tenochtitlan y asomarnos a la ventana del tiempo a través de la arqueología, para recuperar el tiempo ya ido”, aseveró.

Para Matos, el arqueólogo tiene en sus manos el poder de dar vida a lo ya muerto y encontrarse frente a frente con lo que fue. Es así como llega a confrontar el rostro de la muerte para darle vida. Puntualizó que cinco años de trabajos en el lugar permitieron recuperar algo de la historia. No sólo fue el Templo Mayor y sus distintas etapas constructivas, sino además una gran cantidad de materiales arqueológicos que han empezado a ser estudiados por los colaboradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y por estudiosos de otras instituciones que han mostrado interés en el tema.

En la introducción del libro se plantea cómo la observación constante de la naturaleza y los cambios que en ella se ven a lo largo del año solar llevaron al hombre prehispánico a definir una estación de vida y otra de muerte.

Así, los meses estaban dedicados a otros tantos dioses relacionados con cada uno de estos aspectos y divididos ambos grupos por las festividades al dios Viejo y del Fuego.

Lo anterior obedecía a que este dios, que habita el centro del universo, servía de parteaguas y como centro entre ambos conceptos.

También vimos como el Templo Mayor era el centro de la concepción universal del azteca y, por lo tanto, el lugar de mayor sacralidad por donde cruzaban los caminos que llevaban a los niveles celestes y al inframundo, además de ser el centro fundamental de donde partían los cuatro rumbos del universo.

Igualmente observamos cómo, en su propia arquitectura, está expresado todo aquello relacionado con la vida y todo lo que se relaciona con la guerra y, por ende, con la muerte, como dualidad esencial del mundo prehispánico.

De ahí la presencia de Tláloc y Huitzilopochtli en lo alto del templo, el cual simboliza dos montañas sagradas relacionadas con dos de los más importantes mitos nahuas, al considerar el lado de Huitzilopochtli, cerro sagrado en donde se lleva a cabo el nacimiento y combate del dios.

Todo esto cobró forma en este libro en donde, además, se trata de dilucidar lo relativo al número nueve relacionado con otros tantos pasos al Mictlan o lugar de los muertos, ya que también en Occidente se ven similitudes asombrosas con esta concepción, como la que existe con “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri.

Allí, el poeta italiano visita los tres lugares de la visión cristiana -infierno, purgatorio y cielo- y en ellos se ve que los nueve pasos o infiernos están presentes, al igual que algunos de los niveles celestes y otros aspectos, por ejemplo, los ríos y el perro.

El proyecto arqueológico del Templo Mayor de México Tenochtitlan es uno de los más importantes, tanto por su significado científico como por las evocaciones del pasado que este sitio despierta.

Matos recorre, y el lector junto con él, los senderos de la creación de dioses, mitos y hombres a través de los textos antiguos, y corrobora ese acto creador comparándolo, paso a paso, con la arqueología de este lugar, donde Tláloc y Huitzilopochtli incorporan la presencia de un mundo dual marcado por la vida y por la muerte.

A lo largo de los siete capítulos de este libro, el autor analiza la presencia de esa dualidad en un edificio cargado de significación: el Templo Mayor de Tenochtitlan.

La arqueología y las fuentes escritas nos permiten acceder a ese mundo simbólico del principal edificio azteca: el Templo Mayor.

Matos publica una carta que el 23 de junio de 1986 le envió el poeta Rubén Bonifaz Nuño donde, entre otras cosas, le da las gracias porque le envió un ejemplar de “Vida y muerte en el Templo Mayor” y por haber escrito esta obra.

“Acabo de leerla (la obra) y, como en todo lo tuyo, he aprendido cosas nuevas y he afirmado dentro de mí cosas antiguas. Como todo lo tuyo, este libro, con la sencillez mayor, demuestra el mayor conocimiento”, finaliza.

Fuente: (INAH)

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