Gran faena de Fernando Ochoa malograda con la espada, Spínola, una oreja, Perera sin suerte

El triunfador fue Fermín Spínola
quien cortó la única oreja de
 la tarde, gracias a su valor y
 a la buena estocada con que
 despachó a su enemigo
 Foto: Cortesía lamexico.com

Montecristo mandó el peor encierro de esta temporada y de muchas temporadas.

Por: Paco Prieto
Cronista taurino Azteca 21

Ciudad de México.- 15 de Febrero del 2009.- Una entrada de 15 mil personas, poco más o menos, en la plaza de toros México. El cartel lo formaron tres triunfadores: Fernando Ochoa, Fermín Spínola y el nuevo “ídolo” de la afición Miguel Angel Perera. Seguramente a éste se debió la excelente entrada dados los tiempos que corren pues de las 16 corridas de la temporada grande sólo cuatro han registrado una asistencia respetable, y de esas 4 en sólo 2 se ha, casi, llenado el numerado.

Se anunciaron toros de Montecristo, tlaxcaltecas atípicos, pues provienen del encaste orginalmente zacatecano de los saltillos mexicanos. (En Tlaxcala sólo Reyes Huerta, La Soledad y antes Mimiahuápam tenían tal procedencia aunque, recientemente y vía Javier Garfias, se ha producido un mestizaje en Rancho Seco y La Laguna.

Vale recordar que en Tlaxcala, aparte de una línea de toros y vacas del Marqués de Saltillo distinta a la que llevó Llaguno a Zacatecas, hay ganaderías formadas con el encaste de Murube, específicamente Zacatepec y, recientemente, se han fundado ganaderías con el encaste Campos-Varela y Parladé. 

El caso es que había expectación por la corrida y el encierro de Montecristo echó todo a perder. El primero que tocó a Fernando Ochoa, de nombre Cubetero, fue de una dulzura boba que produce aburrimiento, pero como no se cayó y tenía recorrido, fue aprovechado por Fernando Ochoa en finos lances por verónicas y luego en excelentes doblones en redondo muleta en mano que fueron el preámbulo para excelentes series de toreo clásico tanto por la izquierda como por la derecha. El toro casi pasó sin castigo y es bueno decir que los 6 de Montecristo pasaron casi sin castigo y uno de ellos no acudió al caballo. Es grave que, en ese caso, el juez lo haya permitido pues priva a la afición de la lucha del varilarguero con el toro para  poder enjuiciar, entonces, la bravura o carencia de ella del astado. En fin, no es seguro que de haber matado bien, cosa que no sucedió, Ochoa hubiera cortado una oreja porque toros como Cubetero no dejan huella.

Su segundo “enemigo” fue un toro como el resto del encierro: descastado, y Ochoa mostró, en una faena de aliño, su capacidad de lidiador y su buen oficio. A Spínola tocó, en primer lugar, un berrendo en cárdeno que a diferencia de los animales que toreó Ochoa, sí parecía toro pero entre que era abanto, soso e incierto en sus embestidas, sólo permitió apreciar el valor de este torero capitalino y, en el tercio de banderillas, que las pone al cuarteo como un auténtico maestro: sabe torear al animal con el cuerpo y las pone en todo lo alto. Ante su segundo toro, un animal que se colaba, que buscaba al torero, Spínola logró mandarlo, someterlo y sacarle pases en redondo de mérito sobrado y como lo mató echándose sobre el morrillo en una estocada certera, el público pidió una oreja que el juez concedió y que fue protestada por una minoría.              

Perera era el esperado y después del paseíllo el público lo sacó al tercio para aclamarlo. Sus dos toros fueron una pesadilla de falta de bravura y uno, el primero, parecía un novillo. Ante ambos toros, el de Extremadura estuvo decoroso con capote y muleta, muy por encima de los animales para retirarse en uno con una ovación y saludo desde el tercio y con el otro, que como se dice no tenía un pase, en un silencio que plasmó la decepción de los aficionados, su tristeza. 

La gente estaba, en efecto, entristecida, defraudada y pedía el toro de regalo. Ochoa fue el primero en anunciarlo y le salió un animal de Xajay, de nombre “Carpintero”, que salvo el tipo, pues era bonito pero de presencia sólo justa, resultó ser un toro de bandera. (De haber peleado con el caballo, de haberse crecido al castigo, hubiera sido un digno candidato al indulto). Carpintero fue un toro bravo, que embestía de largo, de sobrado recorrido, por eso lamentamos que no nos hubieran dado la oportunidad de verlo pelear con los varilargueros. Con él,Ochoa se ha gozado toreando por la izquierda y por la derecha a un animal que no abría el hocico. Puede decirse que el moreliano dio más de ochenta muletazos largos, vertical la figura.

Cuando llegó la hora de matar –lamentamos que no es un torero con un imaginario que haga distintos y memorables los finales de faena, que se ciñe al toreo clásico sin más- Ochoa se tiró por derecho una y otra vez y una y otra vez pinchó. Finalmente, una estocada defectuosa y un golpe de descabello acabaron con “Carpintero” que mereció el arrastre lento. El público pidió unánimemente la vuelta al ruedo que nadie protestó y el torero fue aclamado ruidosamente por los públicos de sol y de sombra convertidos en solo cuerpo, en una sola alma. 

Tocado en el amor propio de quien había pisado el ruedo como protagonista, Perera tuvo el valor de anunciar el regalo de otro de Xajay. Y salió un toro hecho y derecho, que ningún veterinario ni juez de plaza hubiese descartado en Madrid, en Sevilla o en Bilbao. A ese toro, Perera lo toreó en preciosas tafalleras con el capote pero con la muleta poco pudo hacer: el animal abrió pronto el hocico, punteaba, tiraba cornadas a diestra y siniestra, iba con la cabeza alta.

Pudimos admirar el valor, la entrega, el pundonor del torero correspondido por un público agradecido. Hay que decir que ese toro, de nombre “Lucero”, pasó casi crudo al tercio de muleta por culpa de Miguel Angel Perera pues el animal estaba sobrado de fuerza y de fiereza; fue el único de los 8 toros que se lidiaron que pudo haber dado un combate digno ante las cabalgaduras y, tal vez, de haber sido picado hondo y en todo lo alto, le hubieran rodado las cosas bien al diestro de Extremadura. 

Se anunció antes de empezar la corrida el cartel para el domingo 22: Pablo Hermoso de Mendoza, Jerónimo y "El Payo" con una corrida de Los Encinos, o sea, un gran cartel.

Comentarios a esta nota: paco.prieto@azteca21.com

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