Oraciones, incienso, flores y plantas forman parte de los rituales a Tláloc para pedir buen temporal

La idolatría al 'Dios de la lluvia'
es un ejemplo de que la
cosmovisión mesoamericana
 no está desaparecida, ni en
 proceso de perderse
 Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 1º de Septiembre del 2008.- (CONACULTA) A más de  480 años de la conquista de México, la adoración a deidades como Tláloc sigue vigente entre las comunidades campesinas de Morelos.

 

Encargado de traer temporal benéfico para las cosechas y defenderlas de los "malos aires", la idolatría al "Dios de la lluvia" es un ejemplo de que la cosmovisión mesoamericana no está desaparecida, ni en proceso de perderse.

 

Dora Sierra Carrillo, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y autora del libro El demonio anda suelto. El poder de la Cruz de Pericón, explicó que a la fecha las sociedades agrícolas están fuertemente arraigadas a una serie de ideas y creencias en torno a las deidades de la lluvia, tan es así, que comunidades del centro del país todavía llevan ofrendas a las cuevas que existen cerca de los campos de siembra, pues conservan la idea de que los espíritus del agua habitan ahí.

 

Son a esos mismos espíritus, conocidos en algunos lugares como ahuizotes o trabajadores del tiempo, a quienes hay que ofrendar, pues se cree que por su intercesión se logran las cosechas o se desatan tempestades, lo anterior por la condición que guardan los pueblos ligados a la tierra respecto a la naturaleza y lo sobrenatural.

 

Incienso, flores o plantas con propiedades protectoras mezcladas con oraciones forman parte de estos rituales, que, aunque diferentes a los que se practicaban hace más de 400 años, guardan la misma esencia: "procurar nuevas cosechas para evitar hambrunas y carencias en el campo".

 

Con el avance de los años, a las ofrendas se les integraron diferentes elementos, algunos pertenecientes al cristianismo. En algunos casos cambió la adoración a una deidad prehispánica por un santo católico, como el caso de San Miguel Arcángel, quien se cree heredó los poderes de Tláloc para luchar contra los "malos aires"  y abrir el temporal.

 

La fusión de tradiciones fue posible gracias a que algunas celebraciones del calendario cristiano se empalmaban con las fiestas prehispánicas dedicadas a los dioses, como el caso de la adoración a Tláloc –entre los meses de junio y septiembre– que coincidían con las festividades en honor a San Juan o San Miguel Arcángel.

 

Un ejemplo de este tipo de rituales, donde se conjuga la adoración a Tláloc  y la veneración a un santo, es el que se observa en Morelos, conocida como “la acabada”, en la que los habitantes además de celebrar una misa religiosa en honor a San Lucas, también realizan un ritual para ofrendar al “Dios de la lluvia”, que se verifica en sitios donde hay o había ojos de agua para agradecer la cosecha.

 

Los viejos, comentó la investigadora Sierra Carrillo, son los herederos y depositarios de esta serie de tradiciones y, por lo tanto, encargados de transmitirlas a fin de evitar que se pierdan. Aunque mientras existan los campos de cultivo, este tipo de rituales seguirán presentes en la vida rural por el significado que guardan.

 

No obstante, lamentó que el crecimiento de la mancha urbana y la migración sean factores para el olvido de estas tradiciones. “Si no hay tierra donde sembrar se pierden las costumbres, no intencionalmente, sino circunstancialmente, porque en los nuevos centros urbanos ya no hay dónde aplicarlas.

 

"Cuando la gente se traslada a las grandes ciudades como obreros, pierden automáticamente contacto con la tierra y por lo tanto con las creencias, con lo sobrenatural e incluso con los rituales que anteriormente realizaban", añadió.

 

Este tipo de ritos están vinculados especialmente con la época de lluvias, es decir, con el ciclo agrícola, pero también se realizan en Semana Santa o en alguna otra época del año, cuando se necesita que Tláloc proteja de los malos aires y evite tragedias, como en el caso de inundaciones, concluyó.

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