La era Ortiz Mena

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-La era Ortiz Mena
-El desarrollo estabilizador
-Dos caras opuestas

 

 Con la noticia del lamentable fallecimiento de Don Antonio Ortiz Mena, a la edad de 99 años,  extendemos el  pésame a su familia y en parte recordamos los años en los que el propio Ortiz Mena fue artífice importante de la economía de México.
 Originario de Hidalgo del Parral, Ortiz Mena nació el  22 de septiembre de 1907. En su formación profesional se licenció en derecho por la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
 Dentro de su carrera en el sector público fue asesor del Departamento del Distrito Federal (1930-1936); colaboró con la dirección del Banco Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (1936-1946); en la  segunda guerra mundial formó parte del Comité para la Defensa Política del Continente Americano; fue director del Instituto Mexicano del Seguro Social en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958).
 Con su nombramiento al frente de la codiciada y preciada Secretaría de Hacienda y Crédito Público comenzó la “era Ortiz Mena” durante los periodos presidenciales de Adolfo López Mateos y de Gustavo Díaz Ordaz.
 Fueron doce años que marcaron la segunda etapa de un crecimiento basado en un modelo de sustitución de importaciones, que de 1958 a 1970, se  identifica como desarrollo estabilizador.
 Durante tres décadas, de 1940 a 1970, la economía mexicana se caracterizó  por alcanzar tasas de crecimiento sostenido en promedio del 6% anual y una inflación promedio anual del 3 por ciento.
 En la fase del desarrollo estabilizador, el Estado apoyó el crecimiento mediante una industrialización hacia adentro, la sustitución de importaciones, la movilización del ahorro interno y la inversión pública en infraestructura.
 Al respecto, el investigador Carlos Marichal, señala en “Una historia contemporánea de México: transformaciones y permanencias”, que entre 1942 y 1955, el gobierno y la banca de fomento, en especial Nacional Financiera, apoyaron una serie de proyectos estratégicos de desarrollo industrial, tanto en el ámbito de la siderurgia y la metalurgia como en el de la naciente industria química y del sector de bienes de consumo durables.
 En especial, Marichal subraya que fueron en estos rubros donde se obtuvo mayor cantidad de préstamos externos, Nacional Financiera sirvió como intermediario oficial que garantizaba un buen número de los créditos otorgados por organismos extranjeros de financiamiento.
 Para algunos autores, en el desarrollo estabilizador se cobijó al sector empresarial. Años después el presidente José López Portillo, durante su gobierno, llegó a una abierta  confrontación con el sector empresarial.
 Previo a ello, el desarrollo estabilizador, es recordado como una “época dorada” por abuelos y padres que pudieron dar casa, sustento, vestido y educación a familias numerosas durante años en los que el crecimiento constante de la tasa de natalidad formaron el caldo de cultivo de la explosión demográfica posterior de la década de los setenta.
A COLACIÓN
 En tránsito hacia la segunda fase del desarrollo estabilizador,  en abril de 1953, sucedió una devaluación del peso respecto al dólar al pasar de 8.65 pesos  por dólar a  12.50 pesos por dólar;  esta paridad se mantuvo por más de 22 años, hasta el 31 de agosto de 1976.
 Con el largo periodo de un tipo de cambio fijo respecto al dólar se proveyó de certidumbre a  los empresarios; la inflación se mantuvo controlada;  y  el poder adquisitivo de la masa salarial también se benefició.
 No obstante, el comportamiento de algunas variables comenzó a acusar cierto deterioro y a demandar atención como la situación de la balanza de pagos, el incremento de la contratación de deuda externa.
 Después de 1954 el Banco Mundial suspendió los créditos a México, hasta 1958 cuando se obtuvieron otros 45 millones de dólares para completar el programa quinquenal de electrificación.
 La expansión del sector público demandó mucho gasto, lo que desequilibró las cuentas; El Estado siguió ensanchándose mediante instituciones, organismos y organizaciones. El paternalismo del Estado comenzó a asomarse en las campañas electorales, lo que encontraría su punto álgido después de los setenta.
 Marichal comenta que desde 1958, al inicio de la administración de Adolfo López Mateos, se acentuó la preocupación por la posibilidad de que se produjera una nueva devaluación, como la de 1954.
 Para evitar ese desenlace, el nuevo titular de Hacienda, Antonio Ortiz Mena,  preparó un programa destinado a asegurar la estabilidad financiera que se denominó desarrollo estabilizador.
 Así, para hacer frente a las señales rojas del comercio exterior y el desequilibrio de la balanza de pagos, en 1958 el Fondo Monetario Internacional (FMI) extendió 22.5 millones de dólares al Banco de México para solventar el pago de las importaciones.
 Asimismo, el gobierno firmó un acuerdo con la Tesorería de Estados Unidos por 75 millones de dólares, con vigencia hasta finales de 1959 y de carácter renovable.  Y finalmente, se comenzó una negociación con el EIB para un préstamo considerable por 100 millones de dólares para mantener el nivel de importaciones de México, básicamente en granos y gasolina.
 Estos hechos marcaron el sexenio del presidente López Mateos que debió realizar ajustes económicos y de las metas presupuestales. El secretario Ortiz Mena logró con pericia e inteligencia solventar los nubarrones con una imagen interna y externa comprometida a favor de reformas y de reducción del déficit.
 Las mismas cualidades motivaron a que el presidente Gustavo Díaz Ordaz ratificara a Ortiz Mena en el cargo. Después, al terminar el sexenio, el prestigio del funcionario lo llevó al escenario internacional al ser nombrado  presidente del Banco Interamericano de Desarrollo  (BID) de 1971 a 1987, año en que renunció voluntariamente.
 Posteriormente, en diciembre de 1988, fue designado director general de Banamex.
 En los últimos años, Don Antonio fue eje de diversos actos de reconocimiento, entrega de doctorados honoris causa, galardones y preseas en el terreno de las leyes y de la economía.
 Con su partida se cierra un capítulo importante de una etapa de crecimiento económico, criticada por los neoliberales como la referencia de un paternalismo exacerbado que no podía terminar bien. Se le señala incluso como el inicio del endeudamiento externo que eclosionaría sexenios después.
 En contraste, otros ortodoxos suspiran por los años maravillosos donde no había una descomposición social y laboral tan marcada como en la actualidad. Creo que las aportaciones económicas de Don Antonio Ortiz Mena quedan para la posteridad, los análisis respectivos provocarán corrientes a favor o en contra. Finalmente, descanse en paz.

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